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Así te afecta la fatiga por no parar en tus viajes

¿Tienes un cuñado que te dice que se hace viajes de 700 km sin parar? ¿Eres tú quien decide hacer viajes del tirón ignorando el peligro que ello conlleva? Cualquiera que sea tu situación, conviene que conozcas cómo afecta la fatiga a los conductores y las consecuencias que puede tener. Seguro que te convences de que no pasa nada por parar de vez en cuando.

Según el RACE, la fatiga al volante se manifiesta con síntomas como la pérdida de concentración, picor de ojos, visión borrosa, parpadeo constante, necesidad de moverse en el asiento, deshidratación y somnolencia. Si la sufres, perderás la atención y tu tiempo de reacción ante un obstáculo aumentará el 86%. El problema es que puedes desencadenar un accidente grave, y todo por no haber parado un ratito a estirar las piernas.

Además, el Instituto de Biomecánica de Valencia (IBM) ha observado cómo se empiezan a detectar alteraciones en la visión, en los movimientos y en la toma de decisiones a partir de las dos horas de conducción. Y no solo eso: también prueba cómo cambia nuestra postura al volante.

La continua exposición a las vibraciones del vehículo y la postura que adoptamos en esos momentos dan lugar a una alteración de las curvaturas naturales de la espalda, a un aumento de la presión intervertebral y la actividad muscular en diferentes zonas, a oclusiones en la presión sanguínea, y a cambios en las presiones soportadas en los tejidos blandos. 

Resumiendo, así es como nos quedamos después de dos horas conduciendo:

Así que ya sabes: dile a tu cuñado que no sea kamikaze y que pare a descansar unos 20 minutos cada dos horas, o cada 150-200 km. Si da un paseíto, se mueve o hace un poco de ejercicio durante el descanso, mejor que mejor. Y si ha notado somnolencia, que aproveche para dormir un poco. Su seguridad y la del resto de usuarios de la vía lo agradecerán.

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Foto: Benjamin Combs.

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